Tequio, el rey quinto del pueblo egipcio,
en innumerables situaciones había obligado a los más pobres del pueblo a
darle sus cosechas, los frutos de sus trabajos recibiendo solo a cambio una
barra de pan, un pescado y un pollo una vez a la semana. Estas personas
trabajaban bajo la amenaza de ser asesinados por los guardas de Tequio. Eran
pocos los que se atrevían a hablar abiertamente en la sociedad sobre el rey,
arriesgándose a ser castigados y marcados con fuego por “blasfemar”. Por ello,
la mayoría vivían con el miedo a revelarse.
Pero la gloria le duró poco al rey. Los dioses, enfadados por lo que estaba
haciendo, bajaron desde los cielos y advirtieron a Tequio para que dejara su
avaricia, rectificara y fuera generoso con su pueblo. El rey prometió, arrepentido,
devolver todos los bienes y permitir que el poblado se quedara con las
cosechas. Sin embargo, Tequio no cumplió su promesa, siguió robando a sus
habitantes haciendo caso omiso a las advertencias de los dioses. Por ello, los
dioses le castigaron, convirtiendo su piel en el color verde y obligándole a
devolver cada producto que había robado. Así, le echaron una maldición. Si
volvía a coger algo que no fuese suyo empezaría a desaparecer poco a poco tanto
de la tierra como del recuerdo de las personas que le conocían. De esta manera,
Tequio, muy a pesar de su voluntad, decidió hacer caso a los dioses, pero no
sin antes asegurarse de que si él no podía disfrutar de esos productos, nadie
más lo hiciese. Por lo que envenenó la comida y empezó a repartirla entre las
personas. Fueron muchos los que cayeron enfermos, y ante esto y cansados del
tirano rey, Lomba y Reko tomaron las riendas de la situación. Cogieron las
plantas medicinales que Lomba tenía escondidas y las repartieron entre las
personas del poblado. Cuando estas ya estuvieron sanas, se reunieron todas y
diseñaron un plan para derrocar a Tequio.
Así, la mañana del 24 de Noviembre, Reko y Lomba se colaron en la cocina del palacio, echaron
veneno en el plato que un sirviente iba a llevar a la habitación del rey. Este
cogió el plato y puso un gesto de extrañeza por el olor que emanaba de él, sin
embargo, no le dio más importancia y se dirigió a prisa hacia los aposentos del
rey, donde este le esperaba impaciente. Lomba y Reko esperaron varios minutos,
asegurándose de que el rey había recibido su comida y la había degustado. Tras
eso, se dejaron ver por los guardias, los cuales les llevaron ante el rey. Una
vez cara a cara con él Lomba y Reko le confesaron lo que habían hecho. El veneno
ya estaba en su cuerpo. El rey empezó a sentir como su cuerpo se iba
paralizando poco a poco. Primero sus piernas, llegaba hasta su tripa, sus
brazos… hasta que ya no pudo mover la cabeza. Antes de quedarse completamente paralizado,
solo podía cerrar y abrir los ojos, Lomba y Reko le dijeron que tenían la cura
para el veneno, se la mostraron al rey.
Pero si quería recuperar la movilidad de su cuerpo debía de vivir junto con el
pueblo, en sus calles, en una choza, trabajando y ganando sus alimentos para
que aprendiera a ser más compasivo y generoso. Entonces Tequio abrió y cerró
los ojos a gran velocidad mostrando su confirmación al trato que Lomba y Reko
le habían propuesto, pero lo que no sabía es que ese veneno no le iba a dejar
paralizado para siempre, sino simplemente era el efecto secundario y momentáneo
por haber tomado mucha cantidad de romina, una planta anestésica.
BIBLIOGRAFÍA
National Geographic. (2012). El libro de los muertos. Madrid: National Geographic. recuperado de: https://www.nationalgeographic.com.es/historia/grandes-reportajes/el-libro-de-los-muertos_6238/5
BIBLIOGRAFÍA
National Geographic. (2012). El libro de los muertos. Madrid: National Geographic. recuperado de: https://www.nationalgeographic.com.es/historia/grandes-reportajes/el-libro-de-los-muertos_6238/5

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