El anciano en pena - Van Gogh
Dos estrellas más
Claudio llora. Hace menos de diez
minutos que le ha llamado la Guardia Civil: acaba de perder a su hija Lola y a
su nieta (María).
Lola vivía en una pequeña pero
acogedora casa en la sierra de Madrid con su marido Pablo y su hija María.
María tenía 10 años y Lola la llevaba y recogía de clase todos los días.
Después de dejar a la niña en el colegio se iba directa al trabajo: era una
magnífica empresaria. En su empresa se acababa de jubilar el encargado de su
planta y buscaban al mejor candidato para ese puesto (¿a la mejor candidata? Ni
se habían planteado que una mujer pudiera adquirir un puesto de tan alta
importancia). Así que Lola, a pesar de ser la mejor empresaria con diferencia
de allí, no tenía nada que hacer… Seguramente el puesto se lo darían a Dani (y
eso que era nefasto en asuntos de negocios, pero era hombre y, además, hijo del
jefe).
Al salir de trabajar tenía un
rato libre antes de ir a recoger a su hija al cole, pero tenía que invertirlo
en hacer la compra, limpiar la casa o hacer la comida. Después de eso volvía al
colegio a recoger a su hija con una gran sonrisa y la llevaba a tomar un
helado. Luego a casa, había muchos deberes por hacer y a María le costaba mucho
concentrarse así que Lola se pasaba la tarde sentada a su lado ayudándola.
Cuando llegaba la noche Pablo
volvía a casa del trabajo, se duchaba y se tiraba al sofá a ver cualquier
programa que estuviera en la televisión en ese momento. No se molestaba
demasiado (ni nada) en preguntarle a Lola qué tal el trabajo o en preguntarle a
María qué tal el colegio. Se limitaba a ser el hombre de la casa.
Pablo se enfadaba con facilidad
en muchas ocasiones: si Lola salía algún viernes con sus amigas y su ropa “no
era la más adecuada”, si la cena no estaba lista a tiempo o si le molestaban
mientras veía la tele. En fin, que en casa la poca comunicación había era en
tono alto y de disputa (más por parte de Pablo que de Lola).
Al final, Lola cedía siempre. La
verdad es que estaba ya cansada de los gritos. Ella sabía que día tras día la
historia se repetía: trabajar, comprar, limpiar, cuidar de su hija, cocinar,
aguantar los gritos de su marido y tragar, tragar y tragar.
Y eso no era todo lo que tenía
que soportar: manoseos en el transporte público, gritos desde coches como si
fuera un perro, que en trabajo la trataran de último eslabón, y no quejarse
porque si te quejas… (“zorra”, “estrecha”, “no eres tan guapa”, “las mujeres
solo servís para limpiar, cocinar y procrear”, “¿una mujer de empresaria
importante? jajajajajaj”, “dedícate a cuidar de tu hija, tu marido y tu casa y
deja las aspiraciones personales en otro lado”).
Cuanto más tiempo pasaba con su
marido en casa, más ganas tenía de salir de ella. Pero le daba pena dejarle
solo (o le tenía miedo). Todos los días recibiendo amenazas, algún que otro
manotazo y gritos, gritos y más gritos.
Ninguna de sus amigas sabía la
situación de Lola en casa (aunque lo sospechaban), hasta que un día apareció
con el ojo morado. Nada más ver a sus amigas se puso a llorar desconsoladamente
(ya no podía más). Sus amigas le
apoyaron y le dieron una vía de salida: tienes que salir de ahí, nosotras
estaremos a tu lado en todo momento.
Lola tomó la decisión. Al día
siguiente y con el moratón en el ojo hizo las maletas mientras su marido estaba
en el trabajo, recogió a María del colegio y dejó una nota en la mesa del
salón: se acabó, Pablo, no me vuelves a
poner una mano encima, voy a hablar con la policía y voy a pedir el divorcio.
Lola y María se fueron a vivir
con una de sus amigas.
Dos días después, Pablo (con una
orden de alejamiento) esperaba a que Lola saliera con María de la casa de su
amiga: dos puñaladas a cada una, dos asesinatos por violencia machista más, dos
mujeres menos y dos estrellas nuevas que brillarían esa noche.
Claudio llora y piensa en su
pequeña Lo (así la llamaba él). Llora y entiende que tendría que haberla
educado como a una pequeña Loba (que se comiera a todos los cerdos que pasaran
por su vida). Entiende que los mismos comportamientos que él perpetuó son los
que Lola ha asumido, aguantado y normalizado en el hombre al que en un
principio amó.
Claudio llora. Llora muchísimo:
sabe que él también ha matado a su hija (y a su nieta).
Datos del autor (Van Gogh)
Van Gogh fue un pintor holandés.
Nació en los Países Bajos, pero murió en Francia.
Es considerado postimpresionista,
cuyo estilo fue tomado como ejemplo en el desarrollo posterior del abstracto,
fauvismo y expresionismo.
El pintor construyó una propuesta
estética sólida, en la que conviven trazos impresionistas, contrastes
surrealistas y formas con gran fuerza expresiva.
Sus obras no fueron reconocidas
hasta el siglo XX, pues, siendo de los pintores más influyentes de la historia,
en vida vendió tan solo una obra.
(Todo Cuadros, s.f.)
Bibliografía
Enlace de la imagen:
Documentación de los datos del autor: Van Gogh:
Todo Cuadros. (s.f.). Obtenido de
https://www.todocuadros.es/pintores-famosos/van-gogh/
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