"La muerte de Marat" de Jacques-Louis David.
Referencia: https://sites.google.com/site/geohistoriaarte/obras-destacadas/l/la-muerte-de-marat-jean-louis-david
Pocos son los recuerdos que he podido recuperar de mi
anterior existencia. He vagado pérdida por el limbo espiritual y la oscuridad
que esta penitencia eterna me ha otorgado. Intento aclarar mi mente, darle
explicación a este sufrimiento que me aflige desde tiempos inmemoriales y conocer
ese pecado por el que estoy siendo gravemente castigada, pero no lo consigo. No
obstante, al leer tus palabras de despedida, alcancé un poco de luz en este
martirio. Jamás recordaré mi execrable acto, porque esa es la peor de las
condenas, un sufrimiento sin fin al que no poder poner causa, por el que
preguntarme siempre ¿por qué a mí?
Provengo de una era ancestral, previa al ser humano, al
mundo, incluso, a la creación del universo.
Una era muy ardua de explicar, donde todo formaba la nada y, a la vez,
nada existía. Una era que no se guiaba por las reglas del tiempo o del espacio,
más allá de la comprensión del pensamiento humano, sobre todo del occidental.
Una era en la que initium y el finalis convergían armoniosamente,
llegando a suceder a la vez. Pienso que el término sánscrito âtman podría definirlo, es “el
sí-mismo, el principio esencial y permanente del ser”.
Lo más profundo de mi interior me encaminó hacia la sospecha
de que mi atroz y desconocida conducta provocó lo que llamáis el Big Bang. Cada molécula de mi ser se
expandió paralela a la expansión del universo. Poseo la omnipresencia, observo
cada rincón del mundo, pendiente para cumplir esta irreprimible obligación. Habito
entre las tinieblas del cosmos, y, a sí mismo, parte de mí se encuentra en cada
uno de vosotros. Es por ello por lo que no me podéis ver, ni escuchar o tocar,
aunque sí sentir. Mi osada acción creó la propia existencia, por lo que he sido
sentenciada a la perpetua misión de arrebatar la vida. Muchos me han apodado la
ineludible, la catrina, la parca, la Muerte. Me deslizo entre los seres vivos, acompañándolos
desde su nacimiento hasta que esa cuenta atrás termina. De vez en cuando, he de
agilizar vuestro final y os tengo que acunar dulcemente para que lleguéis a mis
brazos.
A veces, esta condena me ha sobrepasado y no he respetado el
destino de algunos seres, llegando a quitarles injustamente el aliento. Uno de mis
peores arrebatos sucedió hace casi 65 millones de años. Traté de liberarme de
esta penuria matando a todos los seres que habitaban la tierra en aquella época,
los dinosaurios. Sin embargo, mi plan no funcionó y mi rebeldía fue castigada.
Al principio no comprendía lo que sucedía, solo con el paso de los milenios lo
vi claro. Ya no solo tendría que guiar al más allá, sino que, además, tendría
que soportar oír el llanto y las súplicas que mi esencia provoca. Tendría que
matar a seres que podían expresar su sufrimiento, odiarme o, irónicamente,
alabarme… Los seres humanos, a los que he manipulado como si fueran marionetas,
cuando la rabia e impotencia me cegaban. Movida por el ansia y la codicia he
acabado con un gran número de personas en reiteradas oportunidades.
Pero tú, Marat, has sido un punto de inflexión en mi
doloroso recorrido. Llevo acunándote para que mueras desde ya un largo periodo,
y ahora que puedo observar tu cuerpo inerte dentro de esa bañera, soy incapaz
de sostenerte entre mis brazos. Es la primera vez que jugué a ser una persona,
y por ello, te mataron. Era yo quién escribía las listas negras y las publicaba
en “L´Ami du peuple”, quién
identificaba a los enemigos de la patria para qué los asesinaran, quién cometió
todas esas atrocidades por aburrimiento…
Sigo contemplando está lúgubre escena en el baño sin poder
reaccionar. En tu mano derecha se encuentra un papel con tus últimas palabras,
en las que no te despides de tu familia, ni amigos, si no de mí. Sabías por
quién estabas siendo manejado, aunque no sabías por qué. Como he sufrido yo
desde aquella explosión.
Quizás merezca esta eterna condena, solo por los actos
que he cometido en la tierra.
Resulta muy dificil asignar autoria a los anónimos
ResponderEliminarPerdona, ya he puesto el nombre en el título. Soy Miriam Mata Santamaria
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