La noche accidentada
Saint-Rémy era el típico pueblo de
la Provenza francesa, un pueblo pequeño, con pocos vecinos donde todos se conocen.
Como cada noche en aquel frio pueblo, la gente se reunía en su casa con su
familia, y con la oscuridad, el silencio poblaba sus calles.
Era un jueves cualquiera a las nueve
de la noche, las familias estaban cenando para después irse a dormir y comenzar
el último día de la semana. Era un jueves cualquiera excepto para la familia de
la calle del Río cuando, asustados corrieron a buscar a Lucie, que no había vuelto
a su casa después de su clase de Hockey.
Fueron hasta casa de Pauline, su
mejor amiga, para ver si estaba con ella, pero Pauline les dijo que se habían
despedido hacía dos horas en la panadería de la esquina como cada vez que
volvían de Hockey. Al preguntarla si habían notado algo raro en Lucie, Pauline
agachó la cabeza y dijo que no, pero que habían discutido durante el partido,
“-Cosas del hockey -dijo ella.”
Desesperados, Jean y Alice fueron
a la policía del pueblo a avisar de lo sucedido, pero no encontraron a nadie
allí, la comisaría estaba cerrada, cosa que les puso aún más nerviosos. Intentaron
llamar por teléfono, pero saltaba el contestador una y otra vez, por lo que
empezaron a buscar por el pueblo pistas sobre el rastro de Lucie.
Empezaron por preguntar a Pierre,
el dueño de la panadería donde Pauline vio por última vez a Marina. Golpearon y
golpearon a la puerta, pero nadie abría, y cuando estaban a punto de irse, Juan
se asomó con bastante mala cara.
“- ¿Qué queréis? -dijo el panadero-.
Me habéis despertado”
“- Lo sentimos Juan, pero es que ha desaparecido nuestra hija y sabemos
que ha pasado por tu negocio -dijo Jean.”
“- Yo no he visto nada, a esa hora ya estaba en la cama -dijo Pierre.”
La panadería y su casa estaban
separadas por una calle por lo que en algún punto de ese trayecto habrá tenido que
desaparecer
“-Si hubiera pasado por delante de nuestra casa la habríamos escuchado
-dijo Alice.”
Llamaron a la puerta de las dos casas que estaban en su
calle y ambas dijeron que no habían visto nada, pero que llamaran a la policía
y, justo en ese instante una llamada recibía Jean, era la policía.
“-Tenemos varias llamadas perdidas de tu número Jean, ¿ha pasado algo? He
tenido que dejar la comisaria cerrada porque habían oído un grito en la otra
punta del pueblo – dijo el policía”
“- Agente, ha desaparecido mi hija, hace más de tres horas que debía de
haber vuelto de hockey, pero no sabemos nada de ella, solo que se despidieron de
ella en la panadería -dijo Jean”
El policía les dijo que fueran a
su casa a descansar y que ellos se encargarían de buscar a Lucie y preguntar a
los vecinos del pueblo.
Toda la noche en vela, a las cinco
de la mañana Jean y Alice se levantaron de la cama de un salto al oír como la
llave entraba en la cerradura de su casa, era ella, era Lucie.
“- ¿Qué te ha pasado? ¡Tienes sangre en la cabeza! -dijo Alice”
“-Mamá estoy bien, no me ha pasado nada grave, no me han secuestrado -respondió
Lucie”
“- Y entonces, ¿qué te ha pasado? -preguntó su madre preocupada”
“- Estaba enfadada porque había discutido con Pauline durante el
partido, y necesitaba despejarme, no quería ir a casa, pensé que dar una vuelta
por el pueblo antes de ir a casa sería una buena idea. Y entonces lo vi, vi el
cielo como nunca lo había visto, la noche tan clara con la Luna, estrellas y
nubes estaban perfectamente combinadas. Ya sabéis que siempre llevó mi cuaderno
de bocetos encima, entonces decidí ir hasta el campanario poder verlo y
plasmarlo mejor, por lo que me colé en la iglesia y subí por las escaleras
hasta el campanario, pero allí entre tanto polvo y telarañas no pude ver la
cantidad de ladrillos que había en el suelo, entonces me tropecé con uno y caí
encima de otro de los tantos ladrillos que había allí tirados, me desmayé y
desperté hace apenas media hora. Lo siento mucho de verdad, no pensaba que me fuera
a pasar eso -contó Lucie”
En ese momento, los padres abrazaron
a Lucie y agradecieron que sólo hubiera sido un susto. Jean llamó al agente de
policía y le contó lo sucedido, entonces este le dijo que el grito que había escuchado
probablemente hubiera sido el de su hija, ya que se escuchó en la zona de la
iglesia.
Así, la noche estrellada fue ocultándose
tras el alba, dando paso a la clara luz del día.
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