LA REVOLUCIÓN DE LAS FLORES
6 de julio de 1907, Coyoacán, una
pequeña ciudad situada en el país de los mariachis y el picante, ciudad de
trabajadores y gente humilde, ahí es dónde empieza la historia de la
protagonista de este relato, Frida Kahlo.
Segunda hija dentro de una
familia en la que la madre no trabajaba, el padre lo hacía en la localidad de
al lado, cuidando a animales y trabajando el campo de unos señores pudientes
que lo tenían como empleado. Sus demás hermanos eran muy diferentes a ella,
ambo dos se pasaban el día cargando sacos de cereal y transportándolos por el
resto del país. Ninguno de ellos fue a la escuela nada más que los primeros
años de enseñanza obligatoria, lo que les permitió aprender a leer y a
escribir.
Frida era distinta, no solo a sus
hermanos sino al resto de personas que la rodeaban. Estaba muy unida a su
padre, quien siempre supo que su hija llevaba algo dentro, algo especial, algo
que la identificaba del resto de los mortales. Desde pequeña soñaba con mundos
utópicos, veía las cosas de distinta manera. Tenía el don de sacar belleza de
donde fuera, incluso de la misma tristeza era capaz de crear obras que
transmitían alegría, viveza e ilusión.
Comenzó su extensa vida artística
desde los ochos años. En esta primera etapa lo primordial en su pintura era
sobretodo la naturaleza en toda su grandeza, cómo veía ella el paisaje que la
rodeaba y cómo la naturaleza expresaba al más alto nivel el concepto de belleza
ideal. Poco a poco su arte fue modificándose, como el de cualquier artista
conforme va madurando. El momento que realmente determinó su obra fue a los
veintiún años, cuando sufre un grave accidente de autobús que la deja lisiada
el resto de su vida. A partir de este momento es cuando Frida tiene que
permanecer en cama a causa de los graves problemas de movilidad que tiene con
sus piernas y de los dolores inhumanos que padecía. Empezó a consumir grandes
cantidades de narcóticos y alcohol, el motivo principal eran dichos fuertes
dolores físicos pero... ¿se trataba sólo de dolor físico lo que atormentaba a
Frida? La respuesta es no. Desde los dieciocho años Frida empezó a salir con un
hombre mexicano también, veintiún años mayor que ella, su nombre era Diego
Rivera. Él igual que ella era artista, uno de los pintores más importantes
tanto fuera como dentro del país. La joven estaba locamente enamorada de él, no
solo lo admiraba como persona o como pareja sino que además tenía una absoluta
admiración a su trayectoria artística, podría decirse que lo idolatraba. En cambio, la forma con la que él la amaba
era un poco distinta, ya que siempre estaba envuelto en engaños con otras
mujeres. Estas infidelidades no eran suficientes para que Frida dejara de
amarle y pudiera perdonarle siempre, una vez tras otra. Es más, su círculo más cercano
aseguraba que lo único que le salvaba de la muerte era su amor por Diego.
Tanto ella como su arte estaban
comprometidos con los movimientos sociales de ese momento del país. Muchos de
sus cuadros reflejan la inconformidad de un pueblo con la realidad en la que
viven e incluyen mensajes revolucionarios con el fin de provocar cierta
reacción en el público.
Al observar y analizar cuadros de
Frida conociendo su historia podemos imaginarnos lo que suponía el arte para
ella en su vida. La pintura es su forma de expresar sus sentimientos como la de
otro cualquier artista, pero en este caso además podríamos decir que tiene un
papel terapéutico. A través de la pintura cura sus heridas, sus frustraciones,
sus miedos y todo ello con su personal estilo sin dejar indiferente a nadie. La
siguiente obra es una más dentro de su amplia colección, pero es un claro
ejemplo de su arte, o mejor dicho, de su manera de hacer y ver el arte.
Autorretrato como Tehuana. (1943) “Diego en mi mente” Frida
Kahlo.
Comentarios
Publicar un comentario