El beso de Elisa y Frederic
Viena 1902, Elisa Lee, una joven revolucionista en cuanto a
sus derechos. Vivía con sus padres en una acomodada casa austriaca, tenía
muchos sueños que cumplir, pero la sociedad y sus padres le impedían llevarlos
a cabo. Quería ser enfermera, le apasionaba ayudar a los demás, pero sus padres
solo deseaban que tuviese una vida acomodada con su marido empresario; su
familia tenía pensado para ella este futuro, el hijo prodigo del socio de su
padre era el perfecto candidato, un chico alto, ambicioso, con un futuro escrito.
Como cualquier otro día de su vida, una tarde de invierno,
Elisa se junto con sus amigas en un conocido Café de Viena, llamado Music Box,
solía ir allí, fantasear y hacer realidad por un momento todos sus sueños, sin
saber que esa tarde del 7 de Febrero de 1902 cambiaría su destino.
Enseguida notó la presencia de alguien no habitual, sus
miradas se cruzaron. Elisa inquieta, le comentó la situación a sus amigas,
estaba prendida por aquel joven. Anne, que le encantaba reírse de todo y de
todos, decidió acercarse a él y comentarle si quería tomar café con su amiga
Elisa Lee. Ella toda sonrojada, en ese momento supo que jamás podría olvidar
ese nombre, Frederic Blondeel.
Estuvieron hablando durante un largo tiempo, y le comentó
que era alemán y estaba en Viena de paso por negocios y que tenía que marcharse
esa misma noche a Berlín, y que le encantaría volver a hablar con ella. Se
dieron las direcciones para no perder el contacto.
Frederic no le contó a Elisa que se había casado
recientemente y que era muy feliz y quería a su esposa, pero después de
conocerla y volver a Berlín, su vida cambió por completo, no podía olvidarse de
ella, soñaba con ella todas las noches, con volverla a ver, volver a oír su
voz, ver su sonrisa, estrecharla entre sus brazos… Iba pasando el tiempo y no
sabía que hacer, poco a poco se sentía infeliz con su mujer.
Frederic, desesperado por resolver su situación, decidió huir,
volvió a Viena en busca de Elisa Lee. No pudo encontrarla, se recorrió toda la
ciudad, estuvo en la puerta de su casa, donde solo estaban sus padres, no se atrevió
a decirle nada a ellos para que no tomasen ninguna decisión. Para su sorpresa,
se había casado con aquel chico apuesto que sus padres le presentaron; y no sabía
que hacer, si confesar su amor o callarse y sufrir para siempre.
Su llegada hizo temblar a Elisa, no podía creer que estuviese
en Viena, entonces fueron a tomar café, como no, a Music Box. Se contaron todas
sus novedades, Frederic le confesó que había huido de su mujer, que estaba
enamorado de ella, y que no quería ponerle en una situación difícil pero que
estaba en sus manos. Le ofreció hacer un cambio de rumbo a sus vidas, coger una
maleta y un tren hacia Roma, donde podrían formar una familia, desatar su amor
y ser felices; le prometió que podría ser quien ella quisiese, cumplir sus
sueños como enfermera, que él le apoyaría en todo.
Elisa titubeante, con el corazón en su garganta, no sabía
que responder, le confesó su mayor temor, que estaba embarazada de su marido,
que no podía hacerle eso, ni a su marido, ni a su futuro hijo. Realmente su
corazón ya había decidido, pero venció la conciencia y la realidad.
Frederic echa a llorar, desconsoladamente, pensando que ha
perdido el amor de su vida, por dejar pasar el tiempo, quedando retratado, en
un beso, y cuerpos entrelazados, la despedida de dos amantes que no han podido
disfrutar de su amor.
Paula Oliver González
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