ALICIA LÓPEZ HERRÁEZ.
¡SÍ QUIERO!
Primera
hora de la mañana te miras al espejo, despeinada, con ojeras, sueño... pero con
tu mirada más sincera, más pura... y así eres, así estás, al natural, sin
pintar, sin maquillar... sólo puedes apreciar tu inocente sonrisa, tus retinas
cristalinas y tu voz al despertar. Te sigues mirando al espejo, recordando y
pintando momentos que nuca más se volverán a repetir. Y así era mi realidad
lejana, sin poder tapar la pena que recorría mi corazón, ÉL ya no estaba a mi
lado, pero yo como cada mañana debía vestirme para mis quehaceres diarios.
Toda
esta historia tiene su principio y desgraciadamente tuvo su fin.
Llevábamos
recorrido medio mundo, pero aun así seguíamos rascando países en nuestro mapa,
siempre nos hacíamos alguna escapada, daba igual el lugar, playa, montaña, en
coche o avión, en una caravana o en una moto... Todo eran lugares con encanto,
podían ser los sitios más transitados del mundo o por el contrario los lugares
más solitarios e insospechados que nadie se pueda imaginar. Todo eso daba
igual, mientras viajáramos los dos, ÉL y yo.
Estábamos
en Islandia, concretamente a 1 de abril en Landmannalaugar,
contemplando las increíbles auroras boreales, un lugar espectacular, con
encanto y con un paisaje insólito. Paseando por aquel lago ocurrió, admirando
ese instante de baños geotérmicos y con las luces del norte, ÉL me pidió
matrimonio, pasó a ser mi "futuro marido"…
Nos
hallábamos tendidos en una manta azul, aquella manta que nos compramos en la
playa de Peñíscola cuando hicimos uno de nuestros primeros viajes juntos, mirando
al cielo, contemplando la inmensidad del universo. Nos fuimos a dar un paseo
para disfrutar de aquel bello paisaje y paseando me dijo que tenía algo muy
importante que decirme, algo que no cambiaría nuestra vida, pero que nos
comprometería para siempre. Y así, sin más preámbulos se arrodilló, metió su
mano en el bolsillo del pantalón y sacó la cajita, esa famosa caja que esconde
esa frase tan renombrada"¿quieres casarte conmigo?" - "SÍ
QUIERO" respondí. Y así fue, en medio de aquel singular lugar, me pidió
matrimonio.
Todo
iba sobre ruedas, ya teníamos fecha para la boda, la lista de invitados
decidida, el lugar, la celebración... Mi negocio iba viento en popa, y todas
mis amigas de la tienda me habían ayudado a diseñar el traje, el vestido de mi
boda, el vestido de mis sueños... tan espectacular como el que siempre me había
imaginado, estábamos con todos los preparativos dispuestos, pero sucedió
aquello que nunca hubiera imaginado...
Normalmente,
hablamos de levantarnos con el pie izquierdo, o de tener un mal día, como
cuando se nos cruza un gato negro, o como cuando pasamos por debajo de una
escalera, hay mil y una supersticiones... hay quien habla del karma, hay quien
habla del destino o simplemente de actos fortuitos o, no tan fortuitos... Pues
aquel día se debieron de cruzar los astros y la mala suerte me tocó a mí.
Estábamos
a dos meses de nuestra boda, ocho de la tarde, recién salida de la ducha,
preparándome mientras esperaba a que ÉL llegara de trabajar; era viernes,
íbamos a salir a cenar, simplemente nos gustaba salir fuera de vez en cuando,
para no caer en la rutina. Me estaba poniendo una de mis blusas favoritas
cuando me llama un número desconocido...
"Mi
futuro marido" había tenido un accidente en el trabajo, le habían llamado
para apagar el incendio de una academia de baile y mientras subía al piso de
arriba para rescatar a un grupo de niñas que estaba dando clase, una viga se
desplomó con tan mala suerte de caérsele encima... "mi futuro marido"
se quedó en "futuro" para siempre.
1
de julio. Allí me encontraba de nuevo con mi vestido de novia a las
seis de la madrugada, mirándome al espejo y recordando cada instante vivido a
su lado, recordando aquel fatídico momento en el que me llamaron, mi mente sólo
pensaba en que no fueron suficientes los "te quiero" que pude
decirle, que no fueron suficientes los viajes, los abrazos, las cenas o los
besos de buenas noches. Besos, lágrimas... parecía que ÉL estaba allí a mi lado
todavía, sentía como si aún pudiera notar sus manos rozando mi piel, sus labios
acariciando mi cuello... su respiración susurrándome al oído: "te quiero,
y siempre te querré".
Obra: El espejo psiqué, de Berthe Morisot.
Comentarios
Publicar un comentario