UN GUISO PARA DOS
Como
siempre, José y yo, vinimos
andando desde la escuela y otra vez, como siempre, tardando más de
la cuenta. Había tantas cosas y tanga gente que saludar en el camino
que era imposible no distraerse. En el trayecto nos cruzábamos como
cada día con
mis tíos que nos paraban y nos preguntaban por la escuela, había
varias canchas de fútbol en las que mi hermano
siempre reducía
el paso para echar un vistazo, y más le valía no parase a jugar,
porque si llegaba más tarde de
lo
que ya llegábamos se quedaba sin comida y le caía una buena bronca;
también, como en toda la ciudad, o más bien, en
todo el país, había árboles frutales de los que según el día,
nos parábamos a escalar y comer un poco de lo que tuviesen. A fin de
cuentas, lo que podía ser en principio un trayecto de veinte
minutos, no bajaba de los treinta, y eso en un buen día.
Cuando
llegamos a casa estaba mamá esperando, y con cara de “otra vez
tarde”, pero sobraban las palabras. Mamá había hecho un guiso
para todos, pero a lo largo del mediodía ya habían pasado varios
familiares y amigos por casa, y mamá, tan amable como siempre, no
pudo evitar invitar a aquellos que se quedaron hasta una hora próxima
a la comida. Con lo cual, entre unos
y otros
nos quedó un plato para mi hermano y para mí. Pero bueno, tampoco
era la primera vez. En casa hemos tenido épocas peores
por lo que
papá y mamá nos han enseñado a compartir y no ser avariciosos.
Después
de comer siempre echamos la siesta, aunque no demasiado larga, y
bueno, más bien echan la siesta José y mis hermanos, ya que yo a
esas horas no puedo dormir y me entretengo leyendo un rato. A la que
despiertan
todos toca estudiar y después limpieza de la casa.
A
la hora de hincar los codos, como imagino que ocurre en todas las
casas, siempre hay alguno que se hace el remolón, y entre unas cosas
y otras no le cunde nada el tiempo que se supone hay que dedicar a
los deberes. No es mi caso, pero mamá sabe cómo va el asunto y
tiene que estar pendiente todo el rato para que no haya escaqueos. Al
final acaba repercutiendo en mí, que me distraigo con las tonterías
de mis hermanos y las broncas de mamá.
Después
de un rato, hemos terminado las tareas y toca limpiar. Mamá lleva
todo el día haciendo cosas y papá trabajando, y aquí, en Paraguay,
da igual las veces que limpies la casa, la arena roja está siempre
presente en todos lados y más con nosotros recién llegados de la
escuela. Mientras los hermanos nos coordinamos para limpiar un poco,
mamá descansa y se echa su siesta. Nosotros tampoco es que hagamos
maravillas, pero para barrer y fregar nos tienen dicho desde hace
mucho que no hay que ser mayor y que unas manos extra en casa no
causan mal a nadie. A mí no me importa, me gusta ayudar
a mamá.
Cuando
terminamos ya cada uno es libre de hacer lo que quiera. Yo
personalmente creo que me quedaré un rato en la habitación a leer
algo y, luego si eso, saldré
un rato con
papá al
jardín a
tomar
el
tereré.
Así
puedo estar un rato con él. Tati creo que tiene que ensayar un baile
para la escuela. Al ser pequeña todavía puede que necesite que la
ayude, pero ya me lo pedirá. Y José y Joa imagino que saldrán con
sus amigos por aquí enfrente. Yo soy más de estar en casa, a la
sombra del mangal, relajada y disfrutando de la compañía.
Cindy Adriana Meza Fernández
Autor: Enrique Collar
Es un artista plástico, guionista y realizador audiovisual
paraguayo, nacido en 1964. Su vida artística la tuvo que llevar a cabo en
Argentina al inmigrar con su familia. Estudió en la Escuela Nacional de Bellas Artes Manuel Belgrano de Buenos Aires en
1988.
A partir de 1990
empieza a darse a conocer en el mundo artístico, en el cual recibe varios
premios internacionales. Actualmente vive en Rotterdam, Holanda.
En sus primeras
obras Enrique Collar quiere representar la vida cotidiana del pueblo guaraní,
como se puede ver en su obra “Un guiso para dos”, 1992.
Biografía
Portal Guaraní. Recuperado
de: http://www.portalguarani.com/81_enrique_collar.html
Imagen obtenida de:
Se me acumulan los anónimos.
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EliminarPerdonad, ya lo he firmado.
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