Mi ruta: El cielo ya no es azul
Pilar Sánchez Nafria
Primero, voy a contextualizar un poco el entorno en el que vivo. Nos situamos a las afueras de Madrid, es una zona tranquila y no demasiado grande. Esto tiene sus puntos fuertes, ya que el número de viviendas no es muy alto, a pesar de que el municipio está creciendo. El hecho que de los municipios crezcan de la manera en la que lo están haciendo implica una serie de reformas en la construcción de los mismos, por ejemplo, la anchura de las aceras o el número de contenedores de basura. Una de las cosas que más me gusta es que todavía hay muchas zonas verdes, que favorecen la diversidad de la fauna y la flora, también son lugares muy apropiados para realizar algún tipo de actividad física, en mi caso salir a correr.
Si tenemos en cuenta que todos los
días, ya sea por la universidad o
por trabajo, nos tenemos que
desplazar, en mi caso, es algo más
costoso. Hay dos posibles rutas, la
primera es haciendo uso del coche
y sufrir los terroríficos atascos de
la M-30 a las 8.00 de la mañana y
todo lo que estos conllevan porque
como suelen decir “Optimista esaquél que cree poder resolver un atasco de tráfico tocando el claxon.” Como si esto no supusiese
una contaminación ya de por sí, además hay miles de personas tocando el claxon, algo
competentemente inútil y que conforma otro tipo de contaminación, la acústica.
Pilar Sánchez Nafria
Primero, voy a contextualizar un poco el entorno en el que vivo. Nos situamos a las afueras de Madrid, es una zona tranquila y no demasiado grande. Esto tiene sus puntos fuertes, ya que el número de viviendas no es muy alto, a pesar de que el municipio está creciendo. El hecho que de los municipios crezcan de la manera en la que lo están haciendo implica una serie de reformas en la construcción de los mismos, por ejemplo, la anchura de las aceras o el número de contenedores de basura. Una de las cosas que más me gusta es que todavía hay muchas zonas verdes, que favorecen la diversidad de la fauna y la flora, también son lugares muy apropiados para realizar algún tipo de actividad física, en mi caso salir a correr.

Por lo tanto, yo elijo el transporte público, en este caso el tren. A pesar, de que la C3 no es
maravillosa, el trayecto en tren me resulta muy agradable, aprovecho para leer alguno de mis
libros o simplemente para pensar. Además, este te permite ver paisajes bastante bonitos, por la
mañana, cuando levanta el sol, el cielo se impregna de un color rosáceo anaranjado. Este
acercamiento a la naturaleza pocas veces ocurre viviendo en las grandes metrópolis, como
Madrid. Si eres un apasionado de los entornos naturales, el cielo estrellado o el silencio, mi
consejo es que te alejes del centro.
Lo que más me entristece de mi trayecto a la universidad, en el centro de Madrid, es que algo
como tener unas vistas panorámicas de la ciudad, se convierte en esto. Es sin duda, lo más
impactante que puedo rescatar y que me recuerda, el daño que estamos causando al planeta y
el poco compromiso que existe con él.
Resulta que el cielo ya no es azul, cuando estas dentro no eres consciente de lo que sobre tu
cabeza, pero cuando te alejas un poco es algo que resulta estremecedor. En Madrid hay una
sierra impresionante, me acuerdo que de pequeña cuando se acercaba el invierno era capaz de
distinguir la nieve en lo más alto de las montañas, ahora es cada vez una tarea más
complicada.
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