Termino de organizar, cojo la maleta, el bolso, el abrigo y por último, las
llaves. Cierro la puerta haciendo malabares con todo el equipaje, porque como
siempre, llevo más cosas de las que voy a necesitar; y de esta manera, comienza
el viaje hacia mi ciudad de origen.
Este recorrido es común en mi vida desde hace cuatro años, cuando decidí
mudarme desde Talavera de la Reina hasta Madrid para comenzar mis estudios en
la Universidad, por lo tanto, lo conozco demasiado bien. Sé a ciencia cierta
que si hay suerte y el tráfico es reducido, tardaré aproximadamente una hora y
veinte minutos en llegar a mi destino final.
Salgo de casa, y la primera sensación que percibo es el frío típico de
estos meses y el abrumador ruido provocado por el tráfico propio de Madrid lo
que da lugar a la contaminación atmosférica y acústica que tantos problemas
supone. A primera vista veo los edificios a ambos lados de la Avenida, los
pequeños comercios y algunos bares donde muchos trabajadores de la zona y
vecinos acuden a desayunar y dar comienzo a su día; después unos cuantos
árboles que adornan las calles y parecen dar vida a esta bulliciosa ciudad.
Me dirijo hacia el metro, pues es el primer medio de transporte que he de
utilizar hasta llegar a la estación de Príncipe Pío dónde cogeré el autobús. No
es un trayecto muy largo, aproximadamente unos 15-20 minutos desde que llega el
metro, por lo que nunca suelo sentarme.
Una vez llego a la parada de Príncipe Pío avanzo rápidamente, esquivando a
la multitud que siempre suele haber hasta adentrarme en la estación de
autobuses y poder comprar mi billete.
Cuando ya lo tengo en mis manos, generalmente suelo buscar un asiento libre
y amenizo el tiempo de espera leyendo un libro y sumiéndome en mis
pensamientos. En ocasiones, me gusta observar a la cantidad de gente que va
pasando de un lado a otro, fijándome en que se diferencian unos de otros, a dónde
irán o cuáles serán sus pensamientos.
El trayecto hasta la estación de autobuses de Talavera suele pasarse
rápido, aprovecho para relajarme escuchando música y observando el paisaje a
través de la ventana. A medida que me voy alejando de Madrid, puedo observar como
van desapareciendo los edificios y en consecuencia, vemos cada vez más
naturaleza. Se pueden observar varios tipos de árboles y arbustos como albaidas
u olivillas o campos de cultivo, pero sobre todo, se caracteriza por un clima
muy seco y una vegetación esteparia.
A medida que me voy aproximando a mi destino puedo apreciar en la lejanía
el puente de Castilla-La Macha, en Talavera. Se trata de un puente atirantado
de 192 metros de altura, convirtiéndose así en el puente más alto de España y
el segundo de toda Europa. Fue construido entre 2007 y 2011 y cruza el río
Tajo, el más largo de la Península Ibérica con una longitud de 1007 km y 80.600
kilómetros cuadrados de superficie de la cuenca.
Ya en mi ciudad, aprecio el bullicio y el ir y venir de los coches,
evidentemente en menor medida que en Madrid. A pesar de ser una ciudad pequeña
(84.119 habitantes) el medio de transporte más usado es el coche, pese a la
existencia de transporte y de las cortas distancias entre diferentes puntos a
pie, lo que ha provocado altos niveles de contaminación en la ciudad.
Desde la entrada a la ciudad hasta la estación de autobuses existen
aproximadamente unos 10 minutos, donde se pueden observar numerosos edificios y
establecimientos comerciales. También nos encontramos con un gran parque
conocido como “La Alameda”, una de mis partes favoritas de la ciudad. Contiene
un gran lago donde habitan patos, ocas o cormoranes, además de pequeños puentes
recubiertos de la cerámica típica de Talavera. Es un lugar tranquilo para
pasear y pasar el rato rodeado de elementos de la naturaleza destacando árboles
como el Álamo blanco, el ciruelo de Japón, la casuarina y el palmito, entre
otros.
Finalmente llego a mi destino, y por primera vez soy consciente de todo lo
que me rodea y como estos elementos influyen en mi vida y en mi entorno. De
cómo durante estos 4 años, aunque haya realizado el mismo viaje una y otra vez
el paso del tiempo provoca cambios no solo en mi entorno sino también en mi misma.
Viajar es marcharse de casa,
es dejar los amigos
es intentar volar;
volar conociendo otras ramas
recorriendo caminos
es intentar cambiar.
es dejar los amigos
es intentar volar;
volar conociendo otras ramas
recorriendo caminos
es intentar cambiar.
Viajar
es vestirse de loco
es decir “no me importa”
es querer regresar.
Regresar valorando lo poco
saboreando una copa,
es desear empezar.
es decir “no me importa”
es querer regresar.
Regresar valorando lo poco
saboreando una copa,
es desear empezar.
Viajar en
sentirse poeta,
escribir una carta,
es querer abrazar.
Abrazar al llegar a una puerta
añorando la calma
es dejarse besar.
escribir una carta,
es querer abrazar.
Abrazar al llegar a una puerta
añorando la calma
es dejarse besar.
Viajar
es volverse mundano
es conocer otra gente
es volver a empezar.
Empezar extendiendo la mano,
aprendiendo del fuerte,
es sentir soledad.
es conocer otra gente
es volver a empezar.
Empezar extendiendo la mano,
aprendiendo del fuerte,
es sentir soledad.
Viajar
es marcharse de casa,
es vestirse de loco
diciendo todo y nada en una postal.
Es dormir en otra cama,
sentir que el tiempo es corto,
viajar es regresar.
es vestirse de loco
diciendo todo y nada en una postal.
Es dormir en otra cama,
sentir que el tiempo es corto,
viajar es regresar.
Gabriel García Marquez
María Núñez García
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