Estoy en Ciempozuelos, una localidad al sur de Madrid, perteneciente a la
comarca de las Vegas. Es mi lugar de residencia desde que nací, es un lugar con
encanto, me gusta, sus habitantes son maravillosos y los entornos naturales de
los que dispone son dignos de admirar.
Sin embargo, todos los veranos abandono Ciempozuelos para pasar unos días
en La Guardia, un pequeño municipio de la provincia de Toledo, donde mis
abuelos paternos nacieron y formaron su particular familia.
En este itinerario voy a contar como es el trayecto desde Ciempozuelos
hasta La Guardia un verano cualquiera, aunque ya nunca volverá a ser igual.
Me levanto, desayuno, hago la maleta y voy andando a casa de mi abuela
Mercedes, una de las mejores personas que he conocido en mi vida, para ayudarla
a prepararse para emprender el viaje. El camino desde mi casa hasta la de mi
abuela es corto, de apenas 10 minutos, pero tras salir de casa tengo que
atravesar el Parque San Juan de Dios, el corazón verde de Ciempozuelos, pues
está repleto de árboles gigantescos, plantas y caminos de tierra que hacen que
simplemente sea espectacular pasear por él. Salgo del parque y mi abuela está
en la puerta de su casa esperando con un rostro brillante, ilusionada porque
después de un año va a volver a donde vivió más de la mitad de su vida.
Esperamos a que mis padres vengan con el coche a por nosotros, por fín
llegan, me subo en la parte de atrás del coche junto a mi abuela y salimos de
Ciempozuelos. Nada más salir observo el paisaje, a un lado de la carretera
M-307 hay muchos montes, suelo hacer rutas en bicicleta por sus caminos, pero
vistos desde abajo son realmente impresionantes. Al otro lado se encuentra lo
que los ciempozueleños denominamos La Vega, un gran terreno de cultivo donde
hay muchísimas hectáreas de maizales que crecen sin parar.
Nos
desviamos a la Autovía del Sur, y enseguida pasamos un puente para cruzar por
encima del río Tajo. Los ríos son unos de mis lugares naturales favoritos,
entonces en ese pequeño instante de tiempo giro la cabeza y miro por la
ventanilla del coche contemplando el agua del río fluir, a las familias de patos
disfrutando y a veces, también veo algún jabalí bebiendo agua en la orilla. Son
unos segundos de calma, de tranquilidad, de pensar en lo bonita que es la
naturaleza y lo mal que es tratada por el ser humano.
Seguimos
con el trayecto, ya es hora de cambiar de Comunidad Autónoma y entrar en Castilla
La Mancha, aquí observo un cambio en el terreno, todo el campo es más seco, no
es tan verde como hasta ahora, pero a ambos lados de la carretera se observan
grandes hectáreas de olivos y viñedos, algunas con unos sistemas de regadío de
última generación. En este tramo de la carretera nunca puede faltar que mi abuela
haga su intervención, pues cuando era joven iba a vendimiar y a recoger olivas,
no siendo tan sencillo como ahora con los nuevos sistemas de recolección; ella
siempre dice: “pues no he dado varazos a las olivas y me he tenido que agachar
a por uvas”.
Continuamos por la A-4 pasando cerca de Ocaña, Noblejas, Dosbarrios y por fin vemos la
ermita del Santo Niño de La Guardia que se encuentra en lo alto de un cerro,
pues es el patrón del pueblo y solo lo visita una vez al año por sus fiestas
patronales, llevándole los habitantes en procesión hasta la iglesia y una vez
finalizadas las fiestas le llevan de vuelta a su ermita, que supuestamente está
construida donde murió torturado.
Unos
5 minutos más de coche viendo los cerros llenos de pinos y plantas de todo tipo
por los que de pequeño recuerdo que iba con mi abuelo por las mañanas a pasear y
por fin llegamos a la C/Perejón Nº 1, la primera casa de La Guardia, la de mi
abuela. El viaje ha tenido una duración de 45 minutos, pero ha merecido la pena
por todo lo observado, no estamos cansados y siempre, siempre al llegar dejamos
las maletas deprisa en la casa y vamos mi abuela y yo al cementerio, al que se
accede por una travesía llena de árboles a visitar la lápida de mi abuelo
Fausto, un referente para mí aunque nos dejase cuando apenas tenía 12 años.
Después, pasamos una semana espectacular en familia.
Como
decía al principio, este trayecto ya no volverá a ser igual, pues mi abuelita
falleció hace tres meses y por eso a partir de ahora no podré ir a su casa a ayudarla,
tampoco podré sentarme junto a ella en el coche ni pasar unas vacaciones juntos,
pero lo que sí que haré será ir al cementerio cada vez que vaya al pueblo y
recordar todo lo que hemos disfrutado juntos en todos estos años.
SERGIO LÓPEZ FELIPE
Imágenes
tomadas de:
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