Podría presentarme, pero creo que no es
necesario, esto no trata sobre mí; sino más bien sobre una mujer que caló hondo
en su tiempo, y también en mí. En algunas ocasiones pasé por su lado y fui consciente
del dolor que causaron mis acciones, pero ¿qué puedo decir?, a todos les llega
su hora. Esta historia no sucedió en un lugar de La Mancha de cuyo nombre no
quiera acordarme, tampoco había tres cerditos, y mucho menos un castillo; es la
historia de una niña tímida y reservada que no soñaba con ser nada, y lo
terminó siendo todo. Corría el 25 de abril de 1917 cuando nació Ella Jane
FitzGerald en Virginia, Estados Unidos; sin saber que llevaría una vida de
luces y sombras; pero no sería hasta 15 años después cuando la viera por
primera vez, en su peor momento, sin duda, por la muerte de su madre en 1930.
No fue mi culpa, solo estaba haciendo mi trabajo. 
Los años y la
experiencia me han demostrado que todas las acciones conllevan unas
consecuencias y, quizás, mi acción hizo que se desencadenaran problemas en el
colegio y más graves aún, problemas con la policía, en general en su vida.
Quizás fuera su timidez o su persona en sí, lo que me hicieron fijarme en ella
desde el primer momento en el que la vi, y esa conexión que sentía por Ella me
hacía seguirle los pasos, aunque no de manera profesional. Sufrió mucho y tuve
que ver cómo ingresaban en un reformatorio; de donde se escaparía por los
maltratos que sufría a causa de sus cuidadores.  
Durante algún tiempo
mi trabajo me mantuvo alejada de los pasos de Ella, pero decidí que era el
momento de hacerle una visita, claro está, sin que ella se percatara; así que
después del entierro de Hart Crane (1932) me dispuse a buscarla. Cuando la vi me di cuenta de que habían transcurrido
alrededor de dos años y tuve la dicha de ver que se le presenta la oportunidad
de participar en un concurso de talentos en el que, por casualidades del
destino, no tenía pensado cantar, sino más bien bailar. Ella cantó, cantó sin
saber que ese pequeño cambio de planes le llevaría por la vida que le estaba
destinada. La actuación no empezó muy bien que digamos, pero como se suele
decir, “no importa cómo se empieza, sino cómo se termina” y Ella terminó siendo
aclamada por el público del Teatro Apolo. En este día tan especial no pudo
faltar la presencia de su madre, ya que la canción con la que debutó nuestra
artista, fue una de las preferidas de su madre. Este fue el día en el que supo
que quería cantar delante de la gente el resto de su vida,
y con todas mis fuerzas desee no tener que hacerle ninguna visita profesional
en mucho tiempo. A partir de este momento, se podría decir que las
colaboraciones vinieron solas, ya que no se podía negar su gran talento. 
Charlie Linton, Chick
Webb, Duke Ellington, Frank Sinatra y Louis Amstrong fueron algunos de los
artistas con los que colaboró Ella; mientras tanto su fama crecía en el Jazz y
no solo a nivel musical, sino también a nivel televisivo. Mi trabajo me absorbe
mucho, pero tengo que reconocer que en el poco tiempo libre que tenía,
disfrutaba viéndola y oyéndola. A pesar de encontrarse en un momento muy álgido
en su carrera profesional, no se libró de vivir situaciones de discriminación
por su color de piel. Nunca llegaré a entender tal discriminación y se lo hago
saber a cada uno de mis clientes, a todos nos llega la hora de irnos de este
mundo, sin importar el color de piel. Por otro lado, hay que ver el lado bueno
de las cosas, y el vivir situaciones de este tipo le llevó a sentir el apoyo de
sus fans y colegas profesionales, entre los que se encontraba Marilyn Monroe. 
A pesar de que se la
conociera como la “Primera dama del Jazz”, mostró ser versátil en varios estilos
musicales como, por ejemplo, blues, swing, soul o scat. No sabría decir en cuál
de todos ellos me sorprende más, pero sin duda me gustaría destacar el scat
porque es un estilo no muy conocido, a pesar de que son muchos los artistas que
lo utilizan, entre ellos mi gran amigo Louis Amstrong. Dui dui deududida pam
pam bambon bun tuit tutita. Esto es scat. 
Mi deseo se hizo
realidad y no tuve que hacerle “la visita profesional” a mi querida Ella hasta
el 15 de junio de 1996. Tenía 76 años. Cuando la vi, la cogí entre mis brazos
como el objeto más delicado de este planeta y me la llevé conmigo. Poco después
abrió los ojos y le pregunté:
Yo: ¿Cómo te ha tratado la vida? - Transcurrieron
unos pocos segundos hasta que me respondiera con seguridad.
          Ella: He
tenido una vida de luces y sombras, pero más luces que sombras.
¡Un anónimo más!
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